martes, 12 de abril de 2011

Santería contra el narco


Tijuana.- A muchos policías de Tijuana no les basta tener chalecos antibalas y fusiles de alto poder para combatir y protegerse del narco. Por ello han decidido echar mano de herramientas poco ortodoxas: en las playas tijuanenses realizan rituales de santería afroantillana y se ponen tatuajes que —aseguran— los protegen del poder del crimen organizado.

El oficial Elías Gutiérrez, miembro de los cuerpos de élite de la policía tijuanense, narra a MILENIO Televisión y MILENIO Diario que incluso sus tatuajes y los ritos que practica le han salvado la vida: dice que una vez se libró de ser decapitado:

“Me iba a ir con unos compañeros con los que normalmente hacía patrullajes en un autobús que solía llevarnos, pero esa noche, en vez de irme con ellos, me fui a tomar unas cervezas con otras personas. A mis compañeros los levantaron. No lo supe hasta la mañana siguiente, pero de alguna manera lo sabía: en la noche soñé con tres cuerpos decapitados. En la mañana me informaron que sí, que les habían cortado la cabeza. Entonces esta protección hace que no estés en el lugar que no debes estar, te cuida y te salva.”

Otro integrante de los grupos de élite que no quiere ser grabado narra que en un tiroteo mataron a sus compañeros, pero él esquivó las balas. “Ellos no tenían tatuajes y yo sí, eso fue lo que me libró”, jura.

Usualmente los ritos que efectúan los policías se llevan a cabo en las playas de Tijuana en las noches de luna llena. El fenómeno fue descubierto por trabajadores de limpieza del municipio que hallaban cada mes cuerpos de pollos desechos. La sangre de las aves es utilizada por los agentes para embadurnarse el cuerpo.

El oficial Gutiérrez explica cómo llegó a la decisión de tatuarse y participar en tales rituales: “Nosotros nos dimos cuenta de que los narcos andaban por aquí y por allá, y que no les pasaba nada. Era por sus ritos narcosatánicos y de culto a la Santa Muerte.

“Entonces, algunos decidimos hacer santería y otros ponerse tatuajes de protección. Me dice mi santera que los ritos y los tatuajes te estimulan como un angelito que te pica en el pie para que reacciones y te quites del lugar de peligro, por ejemplo, para que te agaches en un momento que va a pasar una bala.”

Entrevistado en un pequeño búnker desde donde observa algunas calles céntricas, el policía de élite, quien fue militar cuatro años, asegura que estos instrumentos le dan una especie de sexto sentido para combatir la delincuencia:

“Vas por la calle y sientes quién anda mal. Dices: ‘Este que va ahí’, y ¡bingo! Lo agarras. ‘Esos que andan por allá’ y… ¡bingo! Es como un sexto sentido. Por eso hemos decomisado droga, capturado sicarios y las cosas se nos han ido dando bien…

En tiempos de guerra contra el narco, hasta tatuajes y ritos santeros para salvarse…

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Entrevistado en su pequeño local, el santero cubano Eddy Carrillo, quien realiza con los policías algunos rituales yoruba, en los que se invocan diversas divinidades protectoras, advierte:

“No son escudos, no son corazas, depende de que ellos actúen bien, honestamente, y no se metan en ambientes negativos. Lo mismo ocurre con los collares y amuletos que les damos.”

El santero explica el significado de sacrificar pollos y cubrirse con su sangre: “El ave, si es un gallo que se escogió por ser líder en su corral, por no permitir que ningún gallón lo moleste, por tener muchas y buenas gallinas, se usa como intercambio: el que hace el rito se transforma en ese gallo líder a través de la sangre que se embarra. Pero, insisto, no es un escudo ni una coraza”.

Pero los policías están convencidos de lo contrario. El Rancho, un tatuador, explica en su negocio que algunas de las imágenes que les hace son de divinidades de la guerra que les ayudan a sentirse protegidos:

“Yo no escojo ni las imágenes de los santos ni las firmas que traen (una especie de jeroglíficos): sólo se las hago en brazos, espalda, cuello, pecho o piernas. A veces me comunican con sus santeros y me explican qué colores poner: por ejemplo, como aquí (traza una cabeza en un papel), que es un niño bañado en sangre con un clavo en la cabeza. Y ellos están seguros de que eso los protege de metales y hasta balas.”

Aunque al final algunos, como el propio policía Gutiérrez, no dejan de echar mano de métodos más tradicionales:

“Además de lo otro, yo sí le pido a la Virgen de Guadalupe. ‘Mamita, ayúdame’, le digo. Y a mi pistola también le ruego: ‘No me falles, no me falles cuando disparo’”, señala el agente tijuanense.

Juan Pablo Becerra-Acosta M.

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