
-en la imagen : crocodile king de la serie 33 de las figuras de accion de spawn
Nure-onna, cuya traducción al español es mujer mojada, es un monstruo anfibio que nada muy rápido, con cabeza de mujer y el cuerpo de una serpiente gigante. Su apariencia cambia dependiendo la historia, pero usualmente se le describe como una mujer con ojos grandes, cóncavos, como de serpientes, con largas y afiladas garras y colmillos.
Ella puede ser vista en las aguas lavando su cabello largo y lacio, en algunas historias trae consigo un niño pequeño, el cual usa para atraer a sus víctimas, cuando la persona de buenas intenciones se ofrece a cargar el bebé de Nure-onna, el niño se pesca de la mano de la víctima y se hace muy pesado, por lo que no se puede soltar, con su poderosa y larga lengua, ella le chupa la sangre a su víctima.
La ilustración de la izquierda pertenece a Andrea Innocent, una magnifica artista australiana, puedes ver mas de su trabajo en su cuenta de Flickr.
Via Yakuza Boys
Johannesburgo, 14 de junio. ¿Problemas en el amor? ¿Teme a la mala suerte? ¿Preocupado por la cosecha de este año? Tranquilo, no es nada que no se pueda resolver con un murciélago disecado, un cráneo de mono o un cuerno de antílope.
La medicina tradicional sudafricana sigue muy vigente en el siglo XXI y por pocos dólares se pueden conseguir exóticos remedios y misteriosas pociones para enfrentar enfermedades y problemas de toda índole. Eso sí, con la ayuda de un experto y acudiendo al lugar indicado.
El mercado de Faraday, ubicado en el centro de Johannesburgo, tiene esos llamativos productos y muchos más.
Algunos son inimaginables, como una iguana de más de un metro de largo secándose bajo el tórrido sol de mediodía.
Yo trabajo aquí desde hace años y cualquier problema que tenga se puede curar con nuestra medicina
, dijo Mamiyeni, una oronda mujer de 67 años que hace preparaciones a base de hierbas, vestida con un traje turquesa y un tradicional pañuelo africano color crema ne la cabeza.
A este curioso centro de medicina alternativa, llamado por los locales ezinyangeni –el lugar de los curadores–, acuden desde hace más de dos décadas los artífices de esta tradición africana para intercambiar recetas y conseguir los raros ingredientes necesarios para sus preparaciones.
Cientos de personas trabajan en esta particular farmacia al aire libre, en su mayoría apostados en el suelo, donde muestran su mercancía en viejas mantas o resguardados en puestos improvisados, mientras compradores y curiosos se pasean por el área de unos mil metros cuadrados.
Algunos de los vendedores muestran recelo ante el visitante y se niegan a contestar preguntas o revelar los condimentos de los preparados que ofrecen. Otros reciben a los turistas con amplias sonrisas y se muestran dispuestos a compartir sus conocimientos. Pero no todos sus secretos.
Los remedios no son nada sin un buen especialista que los aplique. En Faraday hay varios tipos de doctores
: los curanderos que utilizan preparados a base de animales; los inyangas, quienes usan hierbas para las recetas, y los sangomas, expertos en comunicarse con los espíritus ancestrales y leer el futuro lanzando huesos de animales.
Memba, un inyanga de 52 años que utiliza todo tipo de tubérculos, raíces, hojas y flores secas para sus preparaciones, acude a comprar materia prima para otros negocios que tiene con su familia en el resto del país.
Este sanador tradicional explicó que todas las partes de los animales se aprovechan, ya que cada una se utiliza para una medicina distinta.
Por eso se ven huesos de todo tipo
, destacó el escuálido curandero, cuya barba sin afeitar dejaba entrever una blanca sonrisa.
Una mano de mono, por ejemplo, sirve para hacer un polvo que, mezclado con las hierbas adecuadas, es arrojado a las tierras en el momento de la siembra para asegurar una buena cosecha.
Las recetas del mercado incluyen pastas para superar problemas sexuales, diabetes, dolores musculares y hasta dolores de muelas, según aseguran los diferentes carteles en la entrada principal.
En muchos puestos se ven botellas de vidrio, que originalmente albergaron bebidas de cola, whiski o amarula, clásico licor que se produce en el país, con pócimas de diferentes colores y texturas, algunas líquidas y otras viscosas. Uno de los preparados más populares es la becka, especie de zanahoria pequeña que se pica para alejar a los malos espíritus, explicó Memba.
Polvo de huesos y vegetales blancos
El inyanga relató que la becka se potencia con polvo de huesos u otros vegetales blancos, ya que éste es el color que representa la pureza y que da mejores resultados para espantar a los malos espíritus.
A pocos pasos de allí, un grupo de obreros comía con avidez un guiso de cabeza de oveja, mientras una señora esperaba pacientemente que le despacharan unas rodajas de piel de serpiente en una bolsa de plástico celeste.
Otra preparación común para la buena suerte es una mezcla de hierbas con pezuñas de búfalo.
El cliente lego no siempre se va con respuestas. Una vendedora, que no quiso decir su nombre, se negó desconfiada a revelar el origen de unos gigantescos huesos que adornaban su puesto, pero aseguraba tener una poción secreta para solventar problemas sentimentales por tan sólo 40 rands (unos seis dólares).
Entre extraños colores de sacos llenos de poderosas hierbas ancestrales y pieles de serpiente, un mono disecado con el cráneo rebanado y la tapa de los sesos colgando atrae la mirada estupefacta de los transeúntes no habituales.
Pero Memba tranquiliza a los visitantes. No, yo no hago nada para hacer el mal
, aseguró.
En 1960, Wolf Rilla escribió y dirigió una obra maestra, El pueblo de los malditos, donde el héroe tiene que morir para salvar al mundo de una plaga de niños superdotados capaces de obligar a cualquiera a dispararse en el rostro sólo con el pensamiento. Desde el principio estamos enganchados en un ambiente de perversión y miedo que va haciéndose espeluznante, hasta llegar al momento apoteósico del final. Se trata de una película de bajo costo, pero realizada con talento magistral.
Otro caso de niños que provocan horror es El señor de las moscas, de Peter Brook, una cinta bien concebida desde el guión, adaptación de la novela de William Golding, hasta la realización de cada toma y encuadre, pues tienen la virtud de estar fotografiadas como todo el cine de Brook, sujetándose a los cánones de la sección áurea. Los otros, de Alejandro Amenábar, no es una película de niños malvados, pero sentimos desde el principio que hay algo anormal en ellos que los hace inquietantes.
Los niños son un buen pretexto para hacer películas de terror en cualquier parte del mundo. El cine mexicano produjo en 1968 El libro de piedra, de Carlos Enrique Taboada, donde los niños son testigos de cómo su imaginación es capaz de materializar el horror. Imposible pasar por alto la violenta posesión, aunque un tanto arbitraria, de la niña de El exorcista, de William Friedkin.
Un buen pretexto para hablar de grandes películas es una mala. De Los niños no hay nada que decir que valga la pena, pues no tiene inventiva dramática, los niños se vuelven matones porque adquieren, con poca imaginación fundamentada en la dramaturgia, un virus que los trastorna y los convierte en asesinos de sus padres. Cuando los acontecimientos en una película suceden con tanta arbitrariedad desde el primer acto, todo se hace previsible y obvio y, por lo tanto, no asusta a nadie. Lo único que agradecemos de este bodrio es que nos permitió recordar a los niños malvados de algunas buenas películas.