domingo, 27 de marzo de 2011

Los Olmecas también imaginaron dragones


La adoración a los dragones no fue exclusiva de Asia y Europa. Arqueólogos del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH) han localizado en de Veracruz, Guerrero y Morelos imágenes talladas en piedra, pinturas en platos y esculturas de barro que informan sobre rituales de adoración a un animal fantástico: el dragón olmeca.

Estos rastros arqueológicos e iconográficos datan del periodo entre 1200 a 400 antes de Cristo. No se trata de la famosa serpiente emplumada que recibió los nombres de Quetzalcóatl y de Kukulkán. Es otra figura mucho más antigua y aún no se ha definido si debe ser considerada como una deidad, es decir como un dios.

En algunos casos el llamado dragón olmeca aparece como un animal fantástico que combina rasgos de serpiente, ave y jaguar. En otras representaciones luce como un humano que comparte detalles animales que identifican a este ser mítico.

“Tiene rasgos muy específicos de la cultura olmeca, como es un tipo de ceja en forma de llama, que conocemos como ceja flamígera; también tiene en el ojo o en el torso una cruz olmeca que llamamos la Cruz de San Andrés”, explica en entrevista la arqueóloga Carolina Meza Rodríguez, responsable de las excavaciones en el sitio de Chalcatzingo, Morelos, donde se han hecho numerosos hallazgos de esta figura. “Otro aspecto interesante del dragón olmeca es que salen de su boca unas vírgulas –signos parecidos a comas– que pueden ser palabras o nubes. También podría tratarse de algún tipo de vaho que el animal o el sacerdote lanza desde el interior de una cueva para hacer llover o para hacer fértil la tierra”, añade Meza Rodríguez.

La experta en cultura olmeca indica que hay un debate académico muy fuerte para definir si este animal debe ser llamado dragón o no. Sin embargo, por el momento la mayoría de los estudiosos usan ese término, que fue acuñado a mediados del siglo XX por dos de los pioneros en el estudio de los olmecas: Miguel Covarrubias y Beatriz de la Fuente, quienes fueron los primeros en ver pinturas de ese animal fantástico en sitios arqueológicos olmecas en Veracruz.

Símbolos del poder

Los arquéólogos Giselle Canto Aguilar y Víctor Castro Mendoza, del INAH-Morelos, también han encontrado imágenes estilizadas del dragón y de sacerdotes-dragón en el sitio de Zazacatla, Morelos. Esas imágenes están siempre relacionadas con la entrada a cuevas y al parecer habrían sido el símbolo de poder de un antiguo linaje olmeca que gobernó entre 800 y 500 antes de Cristo.

En algunas ocasiones, los elementos iconográficos que se asocian al dragón olmeca aparecen separados en diferentes partes de una cueva, en algunas partes aparece la ceja flamígera, en otras partes la cruz de San Andrés, de modo que toda la cueva se convierte en el dragón u en el animal fantástico representado por la más antigua cultura sedentaria de Mesoamérica de la que se tiene registro.

—¿En qué se parece y en qué no se parece esta figura de dragón olmeca a los dragones que conocemos de otras culturas?— se le pregunta a la arqueóloga Meza.

—El dragón más conocido es el oriental y el de Europa medieval. Estas dos imágenes se parece mucho a una imagen que están en Chalcatzingo que llamamos “la figura de la creación”, que es una figura de serpiente que tiene rostro de un ave, con fauces de águila, con alas, está volando y tiene la cruz de San Andrés en su torso. Cualquier persona que venga de otra cultura pensará que es un dragón.

También hay una figura del sitio arqueológico La Venta, que es un personaje dentro de una serpiente con rasgos míticos en los que se combinan varios animales. Son figuras mitológicas, con el sincretismo de varios animales, que en muchas culturas coinciden con la figura del dragón. En contraste, hay que decir que las deidades olmecas están más relacionadas con el agua y con la tierra y no con el fuego, como en los dragones de otros continentes— explica.

Dibujos en lugar de palabras

Debido a que la cultura olmeca data de hace más de 3 mil 200 años, es muy difícil explicar muchas cosas sobre su vida, organización, surgimiento, esplendor y ocaso. No hay documentos escritos, sus ciudades son pocas y son muy pocos los pictogramas que pueden ser interpretados. Por ello, además de los arqueólogos, los otros científicos que estudian esta cultura son los hitoriadores del arte, especializados en pictogramas.

El Instituto de Investigaciones Estéticas de la UNAM tiene un seminario especializado en murales prehispánicos y en él han participado algunos de los más importante expertos en iconografía olmeca, como Beatriz de la Fuente. Esta línea de estudio fue retomada por la doctora María Teresa Uriarte, quien explica algunas de las grandes lagunas o dudas sobre la imagen del llamado dragón olmeca.

“Es muy importante señalar que en el México prehispánico no hay representaciones de animales cien por ciento puras, o casi no las hay. ¿Qué quiere decir esto? Pues que dentro de su cosmovisión los animales se desenvuelven en el terreno de lo sobrenatural. Su mundo es numénico –sagrado– y sus representaciones recreaban un mundo sobrenatural en el cual el mito y los rituales ocupaban la totalidad de sus temas”, indica la experta en historia del arte.

Uriarte subraya que los animales sobrenaturales abarcaban un espacio que un humano no puede alcanzar, y mezclan en los seres diferentes ámbitos: tierra, fuego, aire y agua, como los cuatro elementos griegos antiguos.

—¿El llamado dragón olmeca era un dios?— se le pregunta a la investigadora de la UNAM.

—No llamaría tan fácilmente deidad al llamado dragón olmeca. ¿Por qué? Pues porque no tenemos suficiente evidencia de culto a esa deidad, como sí lo tendríamos hacia un hombre anciano que aparece en Cuicuilco y que está asociado con el fuego hasta la llegada de los españoles, y que lo llaman Huehuetéotl, que me atrevería a decir que sí es una de las deidades más antiguas— indica Uriarte.

En tanto se debaten los atributos y función ritual de las figura del dragón, los hallazgos continúan apareciendo en el sitio de Chalcatzingo, lugar considerado como un santuario localizado entre dos montañas y que se localizar a 40 minutos al oriente de Cuautla. Decenas de piezas de cerámica dejan ver la misma iconografía, pero hay grandes huecos de información sobre sus características, sus funciones y su relación con Quetzalcóatl.

“Desde algunos puntos de vista se podría decir que hay una relación con una deidad que apareció muchos años después y que es Quetzalcóatl, pero no puede demostrarse directamente esta relación porque falta información arqueológica que los entrelace directametne. Lo que es un hecho es que quienes no se refieren a este animal fantástico domo dragón olmeca lo denominan ‘el monstruo de la tierra’, conservando su función sobrenatural”, indica Meza.

Antimio Cruz | El Universal

domingo, 20 de marzo de 2011

El fidencismo, tradición y culto que no muere


Monterrey.- En vida llevaba el nombre de José Fidencio Constantino Síntora, conocido como El Niño Fidencio, y su vida lo llevó a convertirse en un icono de la religiosidad popular de México y de otros países.

Nacido en Guanajuato, pero radicado en Espinazo, poblado ubicado en Mina, Nuevo León, Fidencio es el centro de un culto organizado, emanado en la inmensidad del desierto.

Sus seguidores se cuentan por miles. Algunos acuden dos veces al año a las peregrinaciones a Espinazo.

“Pues Espinazo es el lugar más sagrado para los fidencistas, claro que ir en peregrinación a este poblado de Mina, Nuevo León, es la culminación de lo que se podría llamar un acto de fe”, sostiene William Breen Murray, antropólogo y catedrático de la UDEM.

Según el especialista, esta tradición nació de la medicina empírica, y resume mucho de los conocimientos de la herbolaria del noreste mexicano, especialmente sobre el uso de la gobernadora y la flora del desierto.

“Conocía muy bien el uso de las plantas del desierto y utilizaba la gobernadora como uno de sus remedios”, mencionó Héctor Jaime Treviño, historiador.

Por su parte, Breen Murray comenta que el fidencismo es quizás la única religión nativa del noreste de México, pero aclara que ésta no preserva ningún rasgo que lo relacione con el pasado indígena.

“Se basa en una creencia popular surgida de la admiración a la figura de un curandero de principios del siglo XX. La creencia en las posesiones y las tendencias idolátricas han llevado hasta la hacienda de Espinazo a miles de personas a visitar la tumba de Fidencio, como una especie de dogma o doctrina de fe”, explica el catedrático de la Universidad de Monterrey.

A este tipo de religiosidad, sostiene el antropólogo, se le conoce como sincretismo e integra las creencias del fidencismo al catolicismo popular, debido a la canonización del curandero, que se ha vuelto el santo patrono para varias actividades rituales en la región.

“El culto ha conducido a las peregrinaciones a Espinazo, y a un sincretismo que combina el espiritismo con el catolicismo ritual de los cristianos apostólicos”.

Mencionó la evolución que ha tenido el culto a través de los últimos años.

“Este culto se caracteriza por estados de trance entre sus chamanes y la manifestación de santidad del niño representado en imágenes; hoy en día el culto sólo se limita a proporcionar remedios básicos y a dar consultas espirituales”, puntualizó Breen Murray.

A 73 años de haber muerto, los seguidores del Niño Fidencio van en aumento, hecho que llama la atención a los especialistas.

“El fidencismo, más que una religión, es un movimiento cultural que gana adeptos, porque ven satisfechas su necesidad en esta religión, lo que se ve traducido en la propagación de este sistema de creencias”, comentó Cristóbal López, sociólogo y maestro de la UANL.

Aclara que la propagación del fidencismo responde a la satisfacción de las demandas espirituales de sus seguidores.

“Hay algunas personas que practican algún tipo de creencia y tienen algo de insatisfacción, lo que se ve traducido en el refugio de creencias alternativas, que vienen a complementar las necesidades de la gente”, externó el catedrático de la Universidad Autónoma de Nuevo León.

Lorenzo Encinas