Esta no es una historia de terror, sino el relato de una de las mejores estrategias de marketing de los últimos años. Todo empieza cuando nos damos cuenta de que las Monster High, unas monas góticas que traen vueltas locas a las niñas mexicanas, comienzan a agotarse en las jugueterías, mientras que los estantes de las Barbies siguen repletos. Y lo mismo ocurrió en España y Estados Unidos
El reloj de la Catedral estaba por anunciar la medianoche. Jamás había visto un cielo tan apocalíptico y escalofriante: la luna parecía un gigantesco ojo abierto observándonos. Cientos de personas caminábamos por la Alameda Central. Los Reyes Magos se tomaban fotos con los niños, las luces del carrusel centellaban, los algodones rosas empalagaban los labios de los enamorados. De pronto sentí que el aire me estaba hablando. Juro que escuché un susurro pasar por mi oído izquierdo. Se me erizó la piel pero no alcancé a escuchar lo que decía porque las campanadas empezaron a retumbar. Eran las doce de la noche en el Centro de la Ciudad de México cuando bajé la mirada y vi a la hija de Frankenstein, así, con una cicatriz en el rostro y un vestido de última temporada. Una niña la tenía en sus manos. A un lado otra pequeña sostenía una vampira de pelos rosas. Otras monstruitas similares iban en brazos de decenas de chiquillas. Años antes, lo recuerdo bien, eran las Barbies quienes venían con sus amas a este lugar. ¿Será que estamos asistiendo a la caída del imperio de Barbie?, pensé. El furor consumista de la pasada época navideña confirmó que las Monster High están ganándole terreno a las novias del guapo Ken.
Ni Edgar Allan Poe, autor de verdaderas profecías como Los crímenes de la calle Morgue y El entierro prematuro, hubiera presagiado el desmoronamiento de la era Barbie. Las monstruitas góticas que están abollando la corona de la gran princesa tienen historia. La más cotizada se llama Draculaura y es la primogénita de Drácula. Frankie Stein es orgullosa descendiente de esa aberración de tornillos en la cabeza que camina con dificultad. Lagoona Blue es la hija del engendro marino. Clawdeen Wolf es el amado retoño del Hombre Lobo. Ghoulia Yelps es la zombi más nerd que cualquier zombi haya visto jamás. Y Cleo de Nile forma parte de la estirpe de la momia más antigua de Egipto.
Estos seis esperpentos de mujer forman parte de la línea de muñecas Monster High, una travesura de Mattel que cuenta con una docena de adefesios que vieron por vez primera la luz en el mercado mexicano apenas en el otoño de 2010. Tienen la piel azulada, vienen tatuadas y traen un delineado de ojos tan marcado que ni Ozzy Osbourne hubiera logrado en su mejor fiesta de Halloween. Algunas de ellas tienen pies de plástico transparente que las hace parecer como si estuvieran levitando, usan zapatos con cadenas colgantes y tacones tan altos como los zancos de un cirquero. Sus cabelleras rojas, azules, moradas, verdes y blancas les dan un look atrevido que muchas chicas quisieran imitar.
Las niñas que las compran no parecen incomodarse al ver las cicatrices que en rostros y cuerpos tienen las muñecas sensación de la temporada. Pero lo más impresionante es que, justo cuando se pensaba que no podía haber muñeca más delgada que la Barbie, estas monstruas contemporáneas tienen una cintura casi dos veces más pequeña que la reina del mundo rosa.
El fenómeno Monster High, el gran éxito de las últimas dos navidades, el nuevo juguete favorito de muchas niñas y adolescentes de América Latina, España y Estados Unidos, pero sobre todo la peor pesadilla de los pasados Reyes Magos, y no precisamente por sus fantasmagóricos looks sino por sus espeluznantes precios. Tan sólo en nuestro país el costo de las hijas de los monstruos más famosos de la historia se quintuplicaron durante las fiestas decembrinas. Mientras que en tiendas departamentales el paquete con cinco muñecas rondaba los 1,000 pesos, en los puestos de tianguis y en las cajuelas de los autos el mismo paquete se anunciaba hasta en 5,000 pesos.
Pero no se trata de un cuento de terror, sino de una de las mejores apuestas de Mattel, el emporio de juguetes con mayor facturación en el mundo, que tan sólo a finales del año pasado logró una ganancia de 397.9 millones de dólares en nueve meses. “Los mercadólogos se dieron cuenta de que la Barbie tenía que cambiar”, dice Daniel Hernández Rosete, antropólogo, investigador titular en el Centro de Investigación y de Estudios Avanzados (Cinvestav) y sociólogo de clóset. Pero ¿por qué hacer realidad la película ochentera El Regreso de los muertos vivientes de Dan O’Bannon y sacar a los personajes de un cementerio y hacerlos muñecos de plástico? Fácil. “Porque las Monster High son únicas, originales, rompen el esquema de la típica muñeca perfecta, nos enseñan que está bien si eres diferente a los demás y porque desde que era pequeña soñaba con ser un vampiro”, me confiesa Claudia Valeria Badillo, de 14 años, mientras busca en su pesada bolsa una de las 14 monstruitas que forma parte de su colección. “Es que te iba a enseñar sus camas, pero olvidé los ataúdes”, ríe la adolescente que no lleva ni ojos delineados, ni el cabello de arco iris ni mucho menos prendas góticas.
Y cuando despertó...era un vampiro
El aullido para llamar a los hombres lobo ha quedado en la historia. En la era de las redes sociales me bastó con poner mensajes en Twitter y Facebook para conseguir una cita con algunas integrantes de un club de fans de las famosas Monster High. En la web hay cientos de discípulas del juguete más codiciado de los últimos años. Luego de escribir mis primeros recados de búsqueda, algunas fans españolas de Draculaura me acusaron de “engañar niños”, de ser una “roba chicos”, “ni se os ocurra ir, os está mintiendo”, escribían algunas fanáticas de los vampiros en el muro de Facebook cuando las invité a reunirnos, pero no fue hasta después de unas largas y tenebrosas pláticas nocturnas a la luz de la luna, perdón, a la luz de la computadora, cuando cuatro de las 931 niñas y niños suscritos a una de las páginas me ayudaron a darle rostro a las fotos de Clawdeen Wolf que tenían en sus perfiles y nos reunimos en el Parque Hundido de la Ciudad de México. Las niñas llegaron acompañadas de sus mamás, claro está.
María de los Ángeles López, mejor conocida en el mundo monstruoso como Spectangrie Faldascuadradas, tiene a sus 11 años una colección de 11 muñecas Monster High, además de las ediciones de peluche de cada una, las mascotas y los accesorios. Y es la administradora de la página de fans con más de 900 usuarios. “Me hice cargo de la página porque soy la fan número uno, estaba al pendiente de las novedades y la antigua administradora me escribió para cedérmela porque ella ya era más grande e iba a entrar a trabajar. Ahora, yo investigo, organizo y hago las publicaciones sobre las Monster”.
La mamá de esta chiquilla de 11 años me dice que su hija “empezó a querer ser una monster porque leyó acerca de mitología griega y de ahí saltó al libro de Monster High”, ya que el naciente imperio de las monstruas incluye además, un libro escrito por la antes desconocida y ahora famosa novelista canadiense Lisi Harrison, quien en conjunto con Mattel y Alfaguara crearon una serie de novelas que narran la historia de un grupo de monstruos adolescentes que lidian con su vida como estudiantes dentro del colegio Monster High. Y porque los problemas juveniles van más allá de la página de un libro, la marca Monster High también se extiende a una serie por internet transmitida en YouTube, cual telenovela juvenil mexicana pero con momias y vampiros animados como protagonistas.
Monster High es una escuela donde no hay problema si te despiertas siendo mitad vampiro y mitad humano, porque en la serie ser diferentes es lo que terminó por unirlos y hacerlos iguales.
“Estamos viviendo un momento histórico en el que los jóvenes no es que entren en una situación anárquica, sino entran en una situación donde los referentes ya no les resultan atractivos y no funcionan como funcionaron históricamente para otras generaciones. La rebeldía al más puro estilo de James Dean ya no nos sirve, tú ves una película de César Costa emulando a James Dean, con Angélica Maria y Alberto Vázquez y uno de los episodios más grotescos es cuando están fumando y piensas órales, qué malos ¿no?' Ahí te das cuenta que todas estas referencias entre el bien y el mal se están disolviendo. En ese sentido sí hay un cambio y reestructuración. No es que estemos pasando una crisis, sólo es que los elementos ideológicos que solían cohesionar a un colectivo ya no funcionan en una coyuntura como la que estamos viviendo”, comenta el antropólogo declarado, Daniel Hernández, “es un agotamiento del término identidad”.
El creador
Porque detrás de todo monstruo hay una gran mujer, digo, un gran creador, el inventor y dueño de la mayor parte de la producción de juguetes del mundo, Mattel, creó a mediados de 2010 la que ahora es la más monstruosa idea en el reino del juguete.
“Esta propuesta en la que monstruos conviven con estudiantes de colegios secundarios es el proyecto más creativo en el que hemos trabajado. Desde Mattel estamos muy emocionados con esta nueva propiedad que por su trama se diferencia de todas las otras que se puedan encontrar en el mercado para niñas”, dijo Pablo Espinosa, Director de Marketing Regional para Latinoamérica y el Caribe de Mattel, cuando apenas se lanzaba este producto en los países de América Latina.
Aunque para la productora de sonrisas el mercado en nuestro país ya es muy fértil y seguro, el éxito de Monster High en México tuvo la misma razón por la que triunfó en los países extranjeros. “Mattel sabe que las adolescentes de todo el mundo aprecian el tono inteligente, el humor y la estética. Teniendo en cuenta eso, se creó Monster High, con el fin de que ellas se encuentren en esta marca y se sientan parte de las situaciones típicas con las que deben lidiar todos los días en el colegio”, comentó Paola Castiglione, Girls Marketing Manager de Mattel a propósito del éxito de la línea en países como Estados Unidos y de su estreno en el Caribe y Latinoamérica.
Aunque más de un año después del lanzamiento en nuestro país, Mattel México no facilita los números de ventas y ganancias que ha dejado la fascinación por las muñecas góticas, basta con decir que las Monster High se convirtieron en el juguete más deseado de la temporada navideña. Semanas antes de la visita de Santa Claus las muñecas ya se habían agotado en las jugueterías más prestigiadas. En la víspera de la llegada de los Reyes Magos podía conseguirse en el comercio informal y en una que otra tienda establecida. El furor por las monstruitas provocó escenas de terror: niñas llorando a mares luego de recorrer seis, siete o diez establecimientos donde sólo había Barbies. Mamás y papás recorriendo la ciudad de un lado a otro para tratar de cumplir el sueño de las chiquillas. Santa Claus, Melchor, Gaspar y Baltazar me dijeron en entrevistas por separado que llegaron a pagar hasta cinco mil pesos por una Monster, pero que no les alcanzó para adquirir todas las que les pidieron las niñas mexicanas.
El mercado del terror
Hace poco más de 50 años el magnate de los juguetes, Mattel, creó la hoy muñeca más famosa de todos los tiempos, a partir de un viaje a Alemania, Ruth Handler, esposa de Elliot Handler, cofundador de la empresa, vio en un aparador a Bild Lilli, una sex doll para hombres que cautivó la mirada de las niñas por encarnar a una mujer mayor diferente a las muñecas que estaban acostumbradas a comprar por su aún corta edad. Fue entonces cuando la empresa productora de sonrisas se dio cuenta de que estaba ante su primer gran descubrimiento y compró los derechos de Lilli hasta que finalmente plastificó la palabra perfección, le puso cintura de avispa, cabello dorado, ojos azules y la nombró Barbie.
“Aunque una chavita de diez años no tenga estos significados introyectados en primera instancia, una muñeca como objeto era y sigue siendo un recurso para establecer lo aspiracional, cómo debe y debía ser una mujer”, dice el sociólogo y antropólogo, Daniel Hernández. Entonces, por qué los niños y jóvenes del mundo entre 7 y 15 años, los que soñaban con vivir en una casa de paredes rosas e ir a un día de campo perfecto con Barbie, Ken y una pequeña Kelly en los brazos, ahora juegan a tomar el té en un panteón con seres muertos de piel azulada. Aunque suene a dicho de mi abuela, yo, por ejemplo, en mis tiempos quería ser Goku, tener súper poderes, teletransportarme, fusionarme, buscar las esferas del dragón, pero jamás ser una criatura muerta.
Así que fui a la boca del lobo, quién mejor para entender al naciente amor por los seres de la noche, que un especialista en vampirismo, Carlos Camaleón, escritor, músico, pintor, artista conceptual y fanático y especialista en estos seres primos segundos de Batman, quien también tiene una opinión sobre el fenómeno que trae vueltas locas a las niñas:
“A partir de los 90 empezamos a mezclar los conceptos entre lo bello y lo grotesco y no es porque vaya a cambiar el mundo sino que las formas de representarlo se transforman, por ejemplo antes era mucho si se decía en los Polivoces 'menso', ahora puedes dar una mentada de madre y no pasa nada. Estamos frente a un cambio generacional, la Barbie ahora es un artículo risible, las niñas ya no quieren serlo, ellas quieren algo más. El ideal estético de las niñas cambió, ya no quieren ser amas de casa, quieren trabajar, ser libres, fuertes y por qué no... hasta monstruos inmortales. Es una unión de lo que se consideraba raro. Están diciendo 'Vamos a unirnos porque somos diferentes'”.
Fue entonces cuando comprendí el por qué de la felicidad, el gusto y la emoción con las que las madres de las niñas del club de fans de Monster High me contaban la historia de Abbey Bominable, otro de los personajes estudiantes de intercambio que hay en el Instituto Monster High, es la hija del hombre de las nieves, mejor conocido como El Yeti, o el entusiasmo con la que Margarita López, mamá de Claudia Valeria interrumpía a su hija para sacar del bolso gigante que llevaron al Parque Hundido a la señorita Abbey y enseguida presumirme la historia casi atropellando las palabras de su pequeña de 14 años, no sin antes de que Nancy Rojas y Ana María Vilchis, las otras dos madres que nos acompañaron vieran a la monstrua de las nieves y preguntaran apresuradas dónde la había conseguido.
Eran tres madres con doctorado en Monster High, mientras las cuatro niñas hacían el shooting, las mamás coincidieron al sostener cada una algún par de personajes, mirarlas de pies a cabeza, sentirlas y confesar: “Estas muñecas son fantásticas”. “Por qué habría de preocuparme que a mi hija le gusten las cosas góticas, al contrario, su curiosidad se desarrolló, a sus 11 años ya ha leído todos los cuentos de estos monstruos —y apresurada sacó una carpeta del bolso—, hasta dibuja y crea personajes”, me dijo Ana María, una madre orgullosa porque su hija acababa de recibir un Diploma en Asuntos Monstruosos.
La carpeta de dibujos de Angie podría pasar sin titubear a la final de un concurso de artes plásticas. ¿Lo mejor? la segunda página del portafolios era el boceto de una muñeca con una enorme cola de caballo color negro, de piel del color de la nieve, con el rimel corrido hasta las mejillas, un pequeño sombrero en forma de telaraña en la cabeza, alas en los pies, un corsé azul que casi simulaba haber sido tejido, y porque todas las Monster High lo tienen... la mascota de ésta era un perro xoloitzcuintle al que Angie nombró “Chulo Escuincle”, y en la esquina superior derecha estaba el nombre con el que Angie bautizó a su prototipo de muñeca, “Emiliana Malitzin”, un personaje mexicano creado en la mente de una niña de once años que —sin dudarlo— podría estar en el departamento creativo de Mattel.
Por eso es que el escritor y especialista en vampiros, Carlos Camaleón, habla de lo diferente y extraño, ahora ya como una herramienta de mercadotécnica: “Que los niños y jóvenes estén buscando identidad no tiene nada de preocupante, lo único que podría serlo es que los padres no estén hablando con sus hijos, ante cualquier problema no debemos imaginar ni presuponer, sino hablar con ellos y preguntar por qué le gusta una muñeca zombi, leer lo que le gusta leer y ver lo que le gusta ver. En mi caso yo supe de las muñecas porque una señora se acercó a nosotros a preguntar por mis libros, y me contó que a ella le gusta la cultura de los vampiros porque su hija es fan de Monster High y Crepúsculo. La niña la fue empapando con esto, no sólo lee los libros, se disfraza y caracteriza”.
No estamos muertos
Llámese zombi, vampiro, momia, algo de lo común con esta serie de juguetes góticos es el hecho de que están muertos, de alguna u otra forma, murieron y algunos de ellos regresaron a la vida. Por eso es que los especialistas no ven a la muñeca Monster como otra simple rival de Barbie. “No estoy tan seguro de que nuestros niños y jóvenes quieran ser muertos, lo único preocupante es el olvido en el que están siendo dejados, lo que hay que estudiar son sus patrones de consumo dentro de este momento de juventud casi contestatario y entonces sí tal vez hasta podamos encontrar una forma de muerte social en vida”, explica Daniel Hernández.
No sólo la taquillera saga Crepúsculo deja claro el éxito de los seres nocturnos, nuestra propia ciudad se infestó de 9 mil 806 seres de esta especie el pasado 26 de noviembre desbancando a Australia del Récord Guinness con mayor gente vestida de zombi. Por qué casi diez mil personas —la mayoría jóvenes— salieron al Monumento a la Revolución como si quisieran volver a grabar Thriller del difunto Rey del Pop.
“Los niños no están diciendo que estén muertos, al contrario, la característica principal entre todos estos monstruos, zombi, vampiros, etc., son seres que regresan de la muerte y además se pretenden inmortales. Por ejemplo, la ciencia nos trajo a Frankenstein de vuelta a la vida y los zombies son seres que retornan. Si tendríamos que hablar de muerte sólo podríamos hablar de matar a un yo antiguo para encontrar tu propia identidad”, expone el escritor Carlos Camaleón.
La nueva mujer
Hazel, Angie, Claudia y Shary, las cuatro niñas que llegaron a la entrevista en el Parque Hundido, no aparentaban ni la más mínima impresión gótica en su vestir, pensar y reir, al contrario, mientras Ghoulia Yelps y la hija de Frankenstein desfilaban a sus pies y posaban su mejor ángulo sangriento hacia la cámara, las cuatro niñas de 11 y 14 años concluyeron: “Nuestras Barbies llevan un año guardadas”. Los especialistas dicen que una de las consecuencias sociológicas que destapa este repentino éxito es la proyección de un nuevo modelo de mujer, no necesariamente gótica, pero sí una más fuerte.
Sí, tal vez la serie Monster High no se levante a mitad de la noche ni cobre vida cual Chucky región ocho, pero el antropólogo e investigador, Daniel Hernández coincide en que éstas no son muñecas inofensivas, al contrario encarnan ideales de nuevos modelos de mujer. “Las Monster High son la antitesis de la Barbie. Es una propuesta transgresora de ese cuerpo perfecto, aquel que no tenía ni siquiera un raspón. Este es un cuerpo que desde la perspectiva mercadotécnica da la impresión de haber sido proscrito por décadas. Antes no había nada más espeluznante que la muestra de una mujer barbada”, por eso el especialista enfatiza que estas monstruas son sólo un síntoma de la búsqueda de identidad y las prácticas de consumo. Por eso es que los mercadológos están muy atentos a lo que los antropólogos y sociólogos están haciendo, “nuestros lectores más asiduos no son nuestros colegas sino los mercadólogos, si le preguntaras a Peña Nieto qué potencial de conocimiento tiene un antropólogo o historiador, no tendría la más remota idea. Pero si le preguntamos a un mercadólogo —de American Express, por ejemplo— si él contrataría un antropólogo, te contestaría de inmediato: ‘Pero por supuesto, porque me diría cómo consume la sociedad’”, concluye Hernández.
Pues bien, estos mismos estudios de consumo arrojan que ahora los hombres entre 18 y 34 años pasan más tiempo al día jugando videojuegos que los chicos entre 12 y 17. Sí, como en el mejor cuento de terror, las cifras son escalofriantes, mientras los hombres maduros están jugando a matar zombis en su Ipad y Play Station, las adolescentes y niñas sueñan con despertar siendo zombis.
Al final del día, así fue como la reina de los concursos de belleza, la que sólo puede ser maestra, doctora, veterinaria, estilista, modelo, no fue invitada a la reunión de fans de su nueva vecina en las jugueterías, la muñeca inspirada en una sex doll de los 50 tendrá que subirse al ring de nuevo porque las campanadas ya anunciaron la medianoche, hace un frío de sombrero de bruja, la hija de Frankenstein sigue invadiendo aparadores y desde hace unas semanas, a través de Mattel, todas las estudiantes del colegio Monster High, aquellas que se están cotizando en el mercado informal hasta en 1,200 pesos por pieza, amenazaron con traer un gran lote de nuevas amigas a principios de febrero, quieren meterse a la casa de Barbie y, quién sabe, hasta jugar con Ken.
KENIA RIVERA es colaboradora de “Cosmopolitan México”. Una vez incendió una Barbie por accidente y decidió ver su travesura inconsciente como una instalación de arte contemporáneo, por lo que aprovechó para tomarle fotos.
publicado originalmente aqui
http://www.domingoeluniversal.mx/historias/detalle/Mi+hija+quiere+ser+una+monster-314